En el acto del parto, cuando eres arrojado al mundo, se refleja lo que será tu vida misma, no se trata de ternura o delicadeza, es una pasión, la acción de padecer, es la perturbación o afecto desordenado del estado. Empiezas a crecer, a llorar, a reír, a conocer, a vivir, y como crecen tus huesos, crecen tus problemas. Al principio, lo que te aquejaba era una comida que le daba mal sabor a tu boca, el frío o gente desconocida, pero eso no pesaba más que toda la gente amándote por ser la novedad; un bebé recién nacido tierno e inocente. Luego, aprendiendo a caminar, caíste en el duro y frío suelo, pero ese sólo sería el golpe más suave que recibirías, sobre todo porque al instante estarías en los cálidos brazos de tu madre, arrullándote, con ese olor a paz que podía cesar tu llanto. Cada vez ibas tomando más confianza, reemplazabas los inseguros pasos por carreras con la luna que parecía no dejarte de perseguir, hasta que de repente, caías, pero ignorabas esa raspadura que te presentó a tu sangre, sólo con tal de poder seguir divirtiéndote, lástima que con el tiempo perdiste esa forma de sobrepasar las situaciones dolorosas, que, de hecho, cada vez eran más grandes. Como cuando aquel profesor en el jardín te gritó que no sabías nada, pisoteando tu confianza, e impidiendo que en algún futuro volvieras si quiera a intentar participar, para que luego, al llegar a tu casa, te dieras cuenta de que, quien te esperaba no eran tus padres, como a tus compañeros, sino la soledad, y tuvieras que guardarte aquel grito horrible que hacía tormentas en tu corazón. Pero, no pasaba nada, dormías y al siguiente día, estarías mejor, por varios días consecutivos, hasta que, esa malvada compañera se burló de tu peso, ese que jamás te había hecho sentir acomplejada, ¿Estaba eso en serio tan mal? Tan sólo eras una niña, pero ahora, al mirarte al espejo, sólo sentirías rabia. Así, dejaste de comer, redujiste pequeños placeres como un helado de chocolate, para aumentar inseguridades y odio para ti misma.
Empezabas a entender que la vida, no siempre iba a ser feliz… como cuando apenas cursabas cuarto de primaria tus padres se divorciaron, sentías que estaba cerca el fin del mundo, y más sabiendo que el próximo fin de semana sería la entrega de boletines. Uff, por suerte ocupaste el segundo puesto… Espera… ¿Por suerte? Ahí entendiste que para tus padres nada sería suficiente, te atacaron con preguntas, ¿Por qué no el primer puesto?, y ¡Tenías piojos! Sentías que tu nombre había sido olvidado, ahora serías la solitaria y piojosa del segundo puesto.
Toda esa crisis terminó más rápido de lo que pensabas, ahora tus padres estaban más felices, al no estar juntos se habían dado tiempo para ellos mismos, tu mamá se veía más llena de vida, cuando veías a tu padre te llenaba de amor, y lo mejor, en la casa ya nunca había gritos.
Ahora, pasados varios años tenías un bello rostro y tu cuerpo se asemejaba más a los estereotipos, esa niña de la que se burlaban antaño, había quedado sepultada, y no debía volver jamás. No sabías que con la menstruación venían granos, y con los granos, bullying otra vez, crisis de aceptación, pero no todo era tan malo, llegaría tu salvador. Aquel chico ideal que jamás olvidarás, por el que le mentiste a tu mamá, sólo para verte con él, y que, desde ese día, en sus labios llevaría la gracia de tu primer beso. Te decía que eras hermosa, que le encantaba como tus ojos hacían juego con el brillar del sol, que tu sonrisa era el collar de perlas más precioso, y que eras la mujer de su vida. Tu vivías en ilusión, hasta que, cuando con emoción le quisiste contar a tus amigas de tu amor, sin saber que te enterarías de que le decía lo mismo a tu compañera, y a otra, y a otra, y a otra, y a otra. Todas las canciones de desamor cobraron sentido, sentías que tu corazón estaba quebrado en mil pedazos, ¿Así se sentía la muerte? No, seguro no era tan doloroso. En los aspectos académicos las cosas no eran mejores, ¡¿DÓNDE ESTÁ ESE BALDOR PARA MATARLO?!
Lo peor, es que, como te acercas a tu graduación, a esa salida a la “vida real”, como si lo que padeces no fuera suficientemente real, la presión ahora es porque, ya debes saber que estudiar, pero, tienes que ser como una ingeniería, como tu tío, o derecho, algo prometedor. ¿Dónde queda tu arte? Ese era el sueño, pero te cortaron las alas, sientes miedo, te sientes inútil, las notas, las pruebas, los requerimientos de las universidades, todo eso te hace sentir mal. Te preguntas si has perdido el tiempo, eres consciente de todo el daño que tú misma te hiciste, eres como un pájaro que por más que lo anhele, no puede volar.
Aun así, sigues y sigues enfrentándote al mundo a ese mundo que mientras gira va haciéndote consciente del tiempo vivido, de lo que has recorrido, y de lo que te espera, que, aunque nunca sabes si es mucho es poco, sigues caminando y viendo hacia el futuro. Porque el mundo no para, la vida continua y con malas decisiones, situaciones difíciles, la falta de un ser querido, una ruptura amorosa, la pérdida del trabajo, o cualquiera de las cosas que atravesamos a lo largo de nuestra vida, hay decepciones, pero hay aprendizajes y experiencias. Ningún golpe fue tan fuerte como para que no pudieras volver a ser lo que tus padres concibieron, LA VIDA MISMA y eso significa ser una mujer imparable y resiliente.
Escrito por: Maria Camila Avellaneda @metafloraa
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