¿Envidiosa Yo?

Entré en el baño de mujeres de la empresa donde trabajaba, justo después del almuerzo a lavarme los dientes, en el lavamanos a mi lado estaba una compañera; días atrás me habían pedido matrimonio, tema que obviamente había sido chisme boom en la oficina, tomé mi cepillo y la crema mirándome frente al espejo y mi compañera estaba al igual que yo frente al espejo, pero mirándome a mí, y me dice… usted solo entró a este baño para humillarme con el anillo que tiene en el dedo, luego se rió como si su comentario hubiera sido solo una broma. Realmente no me alarme porque con ella tuve mil y un episodios similares, pero simplemente los dejaba pasar, aunque este en particular, debo admitir que me dio rabia.

Claramente mi intención no era humillar a nadie o como habría de hacerlo, estaba en mi propio momento de vida

No sé cómo serán las otras culturas, pero en donde yo crecí, una mujer antes de ser amiga, era competencia, si por ejemplo estamos en un evento y llega una chica que a nuestros ojos y a los ojos de la mayoría es bonita, inmediatamente nos sentimos con el modo competencia activado, tratando de ver que tenemos nosotras que ella no tenga, y si no se portó muy amable a la primera pues ya es un motivo suficiente para sacarla de nuestra carpeta de admitidos.

Ahora bien, si era una chica que no calificábamos con cierta ropa o nivel de belleza para ser nuestra competencia todo iba marchando, y no porque hubiéramos dormido nuestro instinto competitivo, sino simplemente porque la veíamos en un nivel inferior al nuestro en el que claramente no valía la pena competir.

Pero competir en qué? O para qué? Y parece obvia la respuesta, pero no lo es, porque esta tan inmerso en nuestra cultura y en como vemos la vida, que claro, siempre queremos ver bien a quienes nos rodean, pero nunca queremos verlos mejor que nosotros, porque en esta vida “tenemos que demostrar que” somos las más inteligentes, demostrar que conseguimos mejores oportunidades de trabajo, que tenemos mejores relaciones (laborales, personales familiares), etc. etc.  y no nos damos cuenta que ese afán por demostrar nos lleva vivir una vida muy agotadora, porque a fin de cuentas cada uno tiene su propia carrera, entonces nadie debería sentirse como competencia de nadie.

Claramente mi intención no era humillar a nadie o como habría de hacerlo? estaba en mi propio momento de vida, ya habían algunos casados, otros con hijos, otros que no tenían ninguna de las opciones anteriores en sus planes y estaba bien, porque cada uno estaba viviendo su propia vida y aun ahora cada uno lo sigue haciendo, porque cada historia es diferente, no hay una tan sola que sea igual a la otra.

Me encanta pensar que ahora estamos siendo más conscientes de la necesidad de ver al otro como lo que es, un compañero que nos aporta, nos apoya y nos levanta, en el caso de las mujeres esta necesidad es aún mayor, porque ya hemos sido lo suficientemente invisibilizadas y violentadas y subvaloradas por esta sociedad patriarcal, como para que sigamos entre nosotras mismas perpetuando una guerra donde la del lado no es mi amiga sino mi competencia.

Nuestra oportunidad es ahora, donde No tengamos miedo de decirle a la otra la admiración que genera en nosotras, cuando veamos algo bueno y algo de valor en la otra no sintamos que “es mejor” sino que pueda ser esa la inspiración de ser entonces una versión mejorada de nosotras mismas, entremos en el habito de levantarnos unas a otras.

Pues en este mundo donde nos han enseñado y amaestrado desde la competencia, decir lo que admiramos de otra mujer puede sonar a que nos falta, o lo envidiamos, y la verdad es que no, este un hábito que nos suma, y le suma a esa otra chica, la acción de levantarnos, es como si como flores 🌹 que somos, nos abonáramos entre todas las raíces, para hacernos más poderosas y estar más firmes.

Escrito por:
@marianacastillo07

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