Hace ya casi un año que tuve mi recaída más fuerte y atenté contra mi vida.

 

Noviembre, diciembre y algunos días de enero estuve dormida, los medicamentos me hicieron vomitar, engordar, brotar la piel, perder las ganas de todo y abrirle la puerta a todos mis miedos, de repente publicar algo en Instagram me daba pánico porque me asustaba lo que la gente opinara de mí y en general, salir de la casa se me hacía peligroso. Mi empatía se volvió nula, la existencia era cualquier cosa.

 

Luego de eso tuve que aprender a volver a vivir, horarios de sueño decentes, comida que no fuera líquida o alta en sal, la batalla que es dejar los medicamentos, aceptar que sentía mucho y que iba a ser mi decisión dejar que fluyera siempre, estar arriba o abajo, sin sedarme.

 

 

En marzo, cuando nos encerraron, todo para mí se volvió un reto. Mis papás, mis amigas y mi psiquitra buscaban opciones para mi vida porque nadie creía que fuera capaz de lograrlo por mi cuenta, yo tampoco.

 

Viví por tres meses sola, sin siquiera bajar por un domicilio a portería, en un apartamento diminuto que tenía una cama y una silla porque aún mi estabilidad económica era cualquier cosa para comprar muebles. Unos días antes de la cuarentena obligatoria había cerrado dos tratos con marcas importantes que se cayeron de inmediato cuando todo esto se oficializó, no tenía idea de dónde iba a sacar plata para vivir; el man con el que salía me dejó y mis amigas no vivían en mi misma localidad, así que cuando algo empezara a cambiar tampoco podría verlas.

 

Los primeros dos meses me volví una loca del control, no me tomaba un solo trago, frené el consumo de carnes y lácteos porque no me quería sentir pesada ya que no podía salir, perdí en algún punto demasiado peso, me levantaba a las 5 de la mañana a trabajar y me acostaba a las 8 de la noche, tenía semanas en las que hacía detox de cualquier cosa que me entretuviera, televisión, libros laxos o internet que no fuera estrictamente para trabajo. Las obsesiones se me vinieron en cosas que mucha gente me iba a aplaudir, crear mi propia marca, verme con un estómago plano, ser abstemia y una persona que únicamente se centraba en su trabajo.

 

Además también juzgué a todo el mundo que salió a hacer ejercicio, a hacer una caminata, a verse con algún amigo o a abrazar a sus papás, tuve rabia porque la gente incluso en estas circunstancias, necesitaba vivir.

 

Mi vecino del edificio de enfrente se suicidó hace unos dos meses, se tiró desde una ventana, vivía solo. Escuché a muchas de mis amigas decir en medio del encierro que estaban empezando a tener ideas, a mí igual se me cruzaron, incluso cuando creía tener “todo bajo control”, en redes muchas de las personas que me escribían me decían que estaban encerradas con sus papás abusadores y que no sabían cuánto podían resistir.

 

La primera vez que vi a mis amigas de nuevo fue el dos de julio, el día de mi cumpleaños, todavía no se podía hacer ningún tipo de reunión, pero no me importó, necesitaba a las tres personas que más amaba ahí, al lado mío, para que me dieran gasolina por otro rato, pensé que me iba a destruir en redes, pero mi cabeza no aguantaba un día más sin contacto. Nunca he sido una persona de expresar lo que siente hasta ahora. Recuerdo que lloramos y nos abrazamos mucho todo el día. Lloramos porque estábamos vivas, porque cuando todo esto empezó, juramos que nos íbamos a separar 15 días y ya habían pasado tres meses. Lloramos porque todos esos mensajes desde las 7 de la mañana preguntando si estábamos bien habían funcionado y porque a pesar de todo, nuestro amor seguía intacto. 

Después de eso reconocí que mi vida sin las otras es cualquier cosa.

 

Hace poco leí un artículo de Semana donde decía que el distanciamiento social y el tapabocas era algo que se nos iba a volver costumbre, como ponernos un cinturón cuando estamos en un carro (que antes era rarísimo) después veo redes y el mundo más cruel que nunca, porque los deseos del principio, se nos quedaron en nada y me pregunto: 

 

¿En verdad nos hará falta más distanciamiento con el otro? 

 

luego, salgo a hacer cualquier cosa y noto el asco con el que nos miramos mientras sacamos el antibacterial, el alcohol, cogemos la bolsa del mercado, ¿esto nos irá a dejar más rotas de lo que estamos? 

 

En tiempos donde la virtualidad se ha vuelto una pieza fundamental de nuestras vidas procuremos:

 

  1. Dejar de tirarle tan duro a las otras (también aplica para nosotras mismas) todas estamos pasando por una situación de mierda y haciendo lo mejor que podemos con las herramientas que tenemos.
  2. Preguntarle todo los días a nuestras amigas y familia cómo están, a veces una charla amorosa, puede salvar una vida.
  3. Ir a terapia si podemos, hay que empezar a cuidar la salud mental.
  4. No sabemos cuánto tiempo vamos a estar en estas, así que lo que nos queda es amar mucho y disfrutarlo todo.
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